LA SUERTE DE MAKHNO y DE ALGUNOS DE SUS COMPAÑEROS; EPILOGO


Extracto de La Revolución desconocida de Volin. Ed. Campo Abierto.



A modo de epílogo, daremos aquí detalles sobre la represión final y también sobre la suerte personal de ciertos militantes makhnovistas.

La tercera y última guerra de los bolcheviques contra los makhnovistas fue al par, naturalmente, una guerra contra todo el campesinado de Ucrania. No sólo se trataba de destruir al ejército insurreccional, sino de dominar definitivamente toda esa masa de espíritu rebelde, privándola de la más mínima posibilidad de retomar las armas y de hacer renacer el movimiento. Se trataba de extirpar los gérmenes mismos del espíritu de rebelión.

Metódicamente, las divisiones rojas atravesaban todas las aldeas de la región insurgente, exterminando en masa a los campesinos, a menudo -detalle sabroso- a indicación de los granjeros ricos (kulaks) del lugar. Muchos centenares de campesinos fueron fusilados en Gulai-Pole. Novospassovka, Uspenovka, Malaia-Tokmatchka, Pologui y otras grandes aldeas de la región. En muchos lugares, los tchekistas, con furia homicida, fusilaban a mujeres y niños de los insurgentes.

Frunze, comandante en jefe del frente sur, fue quien dirigió esta campaña represiva. «Hay que acabar con la makhnovtchina en dos tiempos y tres movimientos», decía en su orden a los ejércitos del Sur, la víspera de iniciarse la acción. y se comportó como infame soldadote, fiel servidor de sus amos, tratando a «esa canalla de mujiks», como conquistador y «nuevo noble», sembrando la muerte y la desolación a su paso.

Agreguemos ahora algunas notas sobre la suerte personal de los principales animadores del movimiento popular de Ucrania.

Simón Karetnik, ya citado, campesino de Gulai-Pole. Uno de los más pobres de la aldea, que trabajaba sobre todo como peón de granja. Sólo pudo seguir estudios escolares durante un año. Anarquista desde 1907, participó en el movimiento desde los primeros días. En diversa ocasiones dio pruebas de notable talento guerreo. Fue varias veces herido en los combates contra Denikin. Fue miembro del Consejo de los insurgentes revolucionarios y uno de los mejores comandantes del ejército insurreccional: desde el año 1920 reemplazó a menudo a Makhno en el comando supremo del ejército. Dirigió la expedición a Crimea contra Wrangel, después de cuya derrota los bolcheviques hicieron que Karetnik partiera, a pretexto de asistir a un consejo militar, y en el trayecto lo sorprendieron y lo fusilaron en Melitopol. Dejó viuda y varios huérfanos.

Martchenko. También de familia de campesinos pobres de Gulai-Pole. Instrucción escolar incompleta. Anarquista desde 1907 , con Makhno y Karetnik. Herido varias veces en combate contra las tropas de Denikin. En los dos últimos de la insurrección, tuvo el mando de toda la caballería makhnovista. Integró el Consejo de insurgentes revolucionarios. Resultó muerto en febrero de 1921, cerca de Poltava, en batalla contra los rojos. Dejó viuda.

Gregorio Vassilevsky. De familia campesina pobre, de Gulai-Pole. Instrucción primaria. Anarquista desde antes de 1917, participó en la makhnovtchina desde los comienzos. Amigo personal de Makhno, lo reemplazó en ocasiones en el comando del ejército. Fue muerto en diciembro de 1920, en batalla contra los rojos, en la región de Kiev. Dejó viuda y huérfanos.

Boris Veretelnikoff .Campesino originarn de Gulai-Pole, se hizo fundidor, ocupándose en usinas locales primeramente y luego en la Putiloff, de Petrogrado. Se inició como socialista revolucionario y en 1918 profesó las ideas anarquistas. Orador y organizador bien dotado, había participado en todas las fases de la Revolución rusa y al volver a Gulai-Pole en 1918 se entregó sobre todo a la. propaganda hasta que entró en el ejército insurreccional, en el que demostró grandes cualidades militares y desempeñó, por algún tiempo, las funciones de jefe del estado mayor. En junio de 1919 se lanzó, a la cabeza de Un destacamento formado de prisa, en defensa de Gulai-Pole contra fuerzas muy superiores de Denikin y, completamente cercado, se batió hasta lo último, pereciendo con todo el destacamento. Dejó viuda y huérfanos.

Pedro Gavrilenko. Campesino de Gulai-Pole, anarquista desde la revolución de 1905-6. Militante de los más activos de los makhnovtchina, desempeñó un papel de primer plano en la derrota de las tropas denikistas, en junio de 1919, como comandante del III cuerpo de los insurgentes makhnovistas. En 1921, actuó de jefe del estado mayor del ejército de Crimea. Víctima de la traición bolchevique después de la derrota de Wrangel, fue fusilado en Melitopol, como Karetnik. .

Basilio Kurilenko. Campesino de Novospassovka, de instrucción primaria. Anarquista desde el comienzo de la Revolución. Propagandista popular de talento y militante de muyelevadas cualidades morales, se reveló también como uno de los mejores comandantes del ejército insurreccional, al que aportó numero.
sas victorias sobre las tropas de Denikin. Ni que decir que fue herido repetidamente; terminó su vida en una escaramuza con los rojos, en el verano de 1921. Dejó viuda.

Víctor Belach. Campesino de Novospassovka. Instrucción primaria. Anarquista. Hasta 1919, comandó un regimiento makhnovista. Hábil estratega, llegó a ser jefe del estado mayor del ejército insurreccional, en el que elaboró notables planes de combate. En 1921 cayó en poder de los bolcheviques, ignorándose el fin que hubo de sufrir .

Vdovitchenko. Campesino de Novospassovka. Anarquista. Instrucción primaria. Participante de los más activos de la insurrección revolucionaria, comandó el destacamento especial de las tropas makhnovistas, correspondiéndole considerable papel en la derrota de Denikin bajo Peregonovka, en septiembre de 1919.
En 1921, herido en combate, fue llevado a su aldea para ser curado; fuerzas bolcheviques, enteradas de ello, lo atacaron: agotada la resistencia, él y Matrossenko prefirieron suicidarse, pero Vdovitchenko quedó con vida y, curado por los rojos, rechazó despreciativamente sus propuestas de pasar a su servicio. Estaba por ser fusilado, pero nada se sabe a ciencia cierta.

Pedro Rybin (Zonoff). Obrero metalúrgico, originario de la gobernación de Orel. Revolucionario desde 1905. Emigró a América del Norte, donde activó en el movimiento revolucionario ruso en el exilio. Volvió a Rusia en 1917 y se estableció en Ekaterinoslav, cumpliendo considerable obra popular en la reorganización de la industria y los transportes. Colaboró al comienzo con los bolcheviques como experto del movimiento profesional, pero en 1920 comprendió la inconveniencia de tal colaboración por ser contraria a los verdaderos intereses de obreros y campesinos la actividad bolchevique, y en el otoño de ese año se adhirió al movimiento makhnovista, al que consagró todas sus energías y conocimientos. En 1921 fue arrestado por la Tcheka en Kharkov y fusilado [1].

Kalachnicoff. Hijo de obrero. Recibió instrucción más que primaria y llegó a ser subteniente en el ejército zarista. En 1917 era secretario del grupo anarquista de Gulai-Pole. Entró luego en el ejército insurreccional, siendo conceptuado como uno de sus más eminentes comandantes. Fue el principal organizador del levantamiento de las tropas rojas en Novy-Boug, en 1919, que se plegaron al ejército insurreccional, cuando éste llamó a reagrupamiento propio a sus regimientos transitoriamente incorporados al ejército rojo. Fue muerto en 1920 en combate contra los rojos. Tenía esposa y un hijo.

Mikhaleff-Pavlenko. De familia campesina de la Rusia Central.  En 1917, miembro de un grupo anarquista de Petrogrado. Llegó a Gulai-Pole a comienzos de 1919. De buena instrucción profesional, organizó y comandó las tropas de ingeriieros y zapadores del. ejército insurreccional. El 11 ó 12 de junio de 1919, hallándose en un tren blindado empeñado en lucha contra fuerzas denikistas, fue traidoramente apresado, con su camarada Burbyga, por orden de Vorochiloff (que mandaba el XIV ejército bolchevique) y ejecutado en Kharkov, el 17 de junio.

Makeef. Obrero de Ivanovo-Voznessensk, cerca de Moscú; miembro del grupo anarquista de esta ciudad. A fines de abril de 1919 llegó a Gulai-Pole con 35 camaradas, y se consagró por de pronto a la propaganda, para entrar luego en el ejército insurreccional, cuyo estado mayor llegó a integrar. Fue muerto en noviembro de 1919 en combate contra los denikistas.

Stchuss. Campesino pobre de la aldea Bolchai-Mikhailovka.  Bajo el zarismo sirvió en la marina. Al estallar la revolución, se contó entre los primeros y más activos insurgentes del Sur de Ucrania. Con un grupo de guerrilleros sostuvo tenaz lucha contra las fuerzas de ocupación austroalemanas y contra las del hetman. Incorporado luego al ejército insurreccional, ocupó en él importantes puestos. Fue mortalmente herido, en junio de 1921, en una batalla contra tropas bolcheviques.

Isidoro Luty. Uno de los más pobres campesinos de Gulai-Pole. Obrero pintor; anarquista y amigo íntimo de Makhno. Participó en la insurección desde el primer momento. Fue muerto en la batalla de Peregonovka contra las tropas denikistas, en septiembre de 1919.

Tomás Kojin. Campesino revolucionario. Notable comandante de la sección de ametralladoras. Desplegó una actuación de primer plano en todas las derrotas infligidas a Denikin y Wrangel. Fue gravemente herido en combate con loS rojos, en 1921. Ignoramos qué ha sido de él.

Iván y Alejandro Lepetchenko. Campesinos anarquistas de Gulai-Pole. Fueron de los primeros insurgentes, contra el hetman y participaron activamente en todas las luchas del ejército makhnovista. Alejandro fue apresado y fusilado por los bolcheviques en Gulai-Pole, en la primavera de 1920. Nos es desconocida la suerte de su hermano.

Sereguin. Campesino. Anarquista desde 1917. Intervino desde el comienzo en la insurrección. Actuó sobre todo en el servicio de aprovisionamiento del ejército insurgente. Ignoramos qué ha sido de él.

Gregorio y Savva, hermanos de Néctor Makhno. Participaron activamente en la insurrección. Gregorio fue muerto en combate contra los denikistas, en septiembre de 1919. Savva, el mayor de la familia, fue apresado por los bolcheviques en Gulai-Pole, no en un encuentro, sino en su hogar, y fusilado.

Hemos de nombrar también, aunque sumariamente, a Budanoff, obrero anarquista; Tchernonoknijny, maestro; los hermanos Tchubenko, obreros; y Danilott, campesino, la suerte de todos los cuales no es desconocida; Sereda, campesino, gravemente herido en combate contra Wrangel y hospitalizado por los bolcheviques antes de la ruptura con Makhno, fue por ellos fusilado, en condiciones particularmente odiosas, después de la ruptura, en marzo de 1921; Garkucha, muerto en 1920; Koliada, Klein, Dermendji y Pravda, de ignorada suerte todos ellos; Bondaretz, muerto en 1920; Brova, Zabudko, Petrenko, Troian, Parkhomenko, Ivanuk, Taranovsky, muertos; Tcheredniakott y Popott, fusilados; Maslak, Golik, Dotzenko, K oval, Domachenko, Tykhenko y Buryma, cuya suerte se desconoce; Tchumak, Krat, Kogan y tantos y tantos otros cuyos nombres se nos escapan.

Todos estos hombres, como millares y millares de anónimos combatientes, surgieron de las más profundas capas de la población laboriosa y se revelaron altamente en el momento de la acción revolucionaria, sirviendo a la verdadera causa de los trabajadores con todas sus fuerzas y hasta el último aliento, pues fuera de esa amada causa no había nada en la vida para ellos. Su existencia personal, y casi siempre también las de sus familiares, fueron destruidas, lo mismo que sus magros bienes. Hay que tener la desfachatez, la insolencia y la infamia de los bolcheviques -esos advenedizos de la innoble raza de los hombres de Estado- para calificar, atan sublime movimiento revolucionario popular, de levantamiento de kulaks y de bandolerismo.

Detengámonos en un caso personal, entre todos odiosos. Boguche, anarquista ruso, que había emigrado a América, acababa de regresar a Rusia en 1921, expulsado de los Estados Unidos con otros emigrados [2]. Se hallaba en Kharkov en el momento de la concertación del acuerdo entre makhonovistas y bolcheviques.

Había oído hablar tanto de la makhnovtchina y de Gulai-Pole, que quiso estudiar el movimiento en el terreno. ¡Ay de él! No pudo ver libre a Gulai-Pole sino contados días. Apenas ocurrida la ruptura, volvió a Kharkov, donde fue arrestado por orden de la Tcheka y fusilado, en marzo de 1921.

Esta ejecución no tiene sino una explicación: los bolcheviques no quisieron dejar con vida a un hombre, con relaciones en el extranjero, que conocía la verdad sobre la traidora agresión contra los makhnovistas y podía revelarla fuera de Rusia.

En cuanto a Néstor Makhno, llegó al extranjero, primeramente a Rumania, a fines de agosto de 1921. Internado en ese país con sus camaradas, logró pasar a Polonia, donde fue arrestado, juzgado por pretendidas fechorías realizadas en Ucrania contra los intereses de Polonia, y absuelto. Se dírigió entonces a Dantzing, donde fue igualmente apresado. Pero pudo fugarse, con ayuda de camaradas, y se instaló definitivamente en París.

Muy seriamente enfermo, sufriendo atrozmente a causa de sus numerosas heridas, desconocedor de la lengua del país y adaptándose difícilmente al nuevo ambiente, tan diferente del suyo, soportó en París una existencia extremadamente penosa, tanto material como moralmente. Su vida en el extranjero fue una larga y lamentable agonía. Sus amigos le ayudaron, cierto es, a soportar el peso de esos tristes años de declinación.

Por momentos, esbozaba cierta actividad. Se dedicó sobre todo a escribir la historia de sus luchas y de la revolución en Ucrania, pero no pudo llevarla a término, habiendo llegado sólo hasta fines de 1918. Dijimos ya que apareció en tres volúmenes: el primero, en ruso y en francés, en vida del autor; los otros dos, en ruso solamente, después de su muerte.

Su salud empeoraba rápidamente. Internado en el hospital Tenon, murió en él en julio de 1935. Fue incinerado en el crematorio del père-Lachaise, donde se puede ver la urna que contiene sus cenizas. Tenía esposa y una hija.

Notas y apreciaciones personales sobre Makhno y el movimiento.

Antes de cerrar este capítulo, he de cumplir un doble deber: refutar, definitivamente, por una parte, las calumnias -bolcheviques y otras- con que se trató y aún se trata de desfigurar el movimiento y enlodar la reputación del ejército insurreccional y la de Makhno; y, por otra parte, examinar las debilidades y los defectos reales de la makhnovtchina, de sus animadores y su guía.

Hemos hablado de los esfuerzos de los bolcheviques para presentar al movimiento makhnovista como una expresión de bandolerismo ya Makhno como bandido extraordinario. La documentación aportada permitirá al lector -confío en ello- juzgar por sí mismo tales ignominias. No insistiré, pues, sobre este punto.

Sin embargo, es indispensable poner de relieve ciertos hechos que dieron a las versiones calumniosas alguna apariencia de veracidad, favoreciendo su difusión y arraigo, hechos que los bolcheviques supieron aprovechar hábilmente.

Señalaremos, ante todo, que a pesar de su gran envergadura, el movimiento makhnovista permaneció, por numerosas razones, encerrado en sus propios límites, como en recipiente cerrado, aislado del resto del mundo. Movimiento surgido de las masas populares mismas, permaneció absolutamente extraño a toda manifestación ostentosa, exhibicionista, de ruido y publicidad, de gloria, etc. No realizó ninguna acción política, ni determinó el surgimiento de élite dirigente alguna, ni ofreció ante las candilejas ninguna estrella. Como verdadero movimiento, concreto, pleno de vida y no de papelorios y hazañas de jefes geniales y de superhombres, no tuvo tiempo, ni posibilidad, ni aun necesidad de atesorar, de fijar para la posteridad, sus ideas, sus documentos y sus actos. Dejó pocas trazas palpables; sus títulos reales no fueron grabados en parte alguna, su documentación no fue conservada, ni difundida lejos. Rodeado por todos lados de enemigos implacables, combatido sin tregua y sin cuartel por el partido detentor del poder, apagado por el alboroto aturdidor de los hombres de Estado y sus corifeos, y habiendo, en fin, perdido por los menos el noventa por ciento de sus mejores militantes, este movimiento estaba destinado fatalmente a permanecer en la sombra.

No es fácil, así, penetrar su profunda sustancia. Lo mismo que, en épocas revolucionarias, millares de modestos héroes quedan por siempre ignorados, poco faltó para que el movimiento makhnovista quedase, también él, casi ignorada epopeya heroica de los trabajadores ucranianos. y yo no sé, en las actuales condiciones, si este estudio, tan reducido proporcionalmente a la magnitud de la materia, será algún día seguido de la vasta obra condigna.

Va de suyo que los bolcheviques utilizaron admirablemente todas las circunstancias y esa ignorancia para referir sobre el movimiento lo que quisieron.

Otro punto importante. Durante las luchas intestinas en Ucrania -luchas confusa, caóticas, que desorganizaron por completo la vida económica del país- pululaban en él formaciones armadas, compuestas de elementos fuera de clase y desocupados, guiados por aventureros, pillos y hasta bandidos, que no desdeñaban recurrir a la simulación, ostentando una cinta negra y diciéndose makhnovistas según las circunstancias. Esto, naturalmente, originó lamentables confusiones. Ni que decir que tales formaciones nada tenían de común con el movimiento makhnovista. y que los makhnovistas mismos lucharon contra esas bandas, hasta dar cuenta de ellas. Ni que decir, tampoco, que los bolcheviques conocían perfectamente la diferencia entre el movimiento revolucionario insurreccional y las bandas armadas sin ideal ni moral. Mas esta confusión favoreció a maravilla sus designios y, como «experimentados hombres de Estado», la explotaron en su provecho.

Los makhnovistas tenían a pecho el buen nombre de su ejército. Vigilaban atentamente, y de modo enteramente natural, la conducta de cada combatiente, y de manera muy general se comportaban correctamente con la población. Tan es así que no conservaban en sus filas a los elementos que, habiéndoseles unido voluntariamente, no llegaban a elevarse a su nivel mental y moral. Una prueba de ello la ofrece el episodio subsiguiente a la derrota del aventurero Grigorieff (verano de 1919).

Este ex oficial zarista logró arrastrar aun levantamiento bastante extenso contra los bolcheviques -de índole reaccionaria, progromista y movido, en parte, por simple espíritu de pillaje-, a algunos millares de jóvenes campesinos ucranianos, en su mayor parte inconscientes y engañados. Las masas laboriosas, rápidamente enteradas de la verdadera naturaleza del movimiento, dieron cuenta de la aventura, ayudadas por los bolcheviques y los makhnovistas.

En julio de 1919, en la aldea Sentovo, Makhno y sus amigos desenmascararon a Grigorieff ante una asamblea pública, a la que lo invitaron. Brutal, ignorante y en nada enterado de la mentalidad de los makhnovistas, habló el primero, pronunciando un discurso reaccionario. Makhno le respondió de modo tal que aquél se vio perdido y quiso hacer uso de sus armas. En breve lucha, fue abatido, con sus guardaespaldas. Se decidió entonces que los jóvenes partidarios de Grigorieff, cuya aplastante mayoría estaba, a pesar de todo, impregnada de espíritu revolucionario, engañada por su jefe, pudiesen entrar en el ejército makhnovista, si lo desearan. Pues bien, hubo necesidad, sin mucho tardar, de hacer que partieran casi todos ellos, porque, inconscientes y afectados por las malas inclinaciones adquiridas en su estada en las formaciones de Grigorieff, esos soldados no conseguían elevarse al nivel moral de los combatientes makhnovistas. Cierto que éstos opinaban que era cuestión de tiempo y no desesperaban de educarlos, pero, en las condiciones del momento, no era posible ocuparse de ellos. y para no comprometer el renombre del ejército insurreccional, se les despidió.

Makhno y el antisemitismo.

-Una difamación particularmente infame fue lanzada al respecto, entre tantas otras, contra el movimiento makhnovista en general y contra Makhno personalmente, repetida por numerosos autores de diversos campos y charlatanes de toda ralea. Unos la propalaban intencionadamente, y otros, la mayor parte, la repiten sin el mínimo escrúpulo de verificar los dichos y examinar atentamente los hechos.

Se pretende que los makhnovistas, y Makhno mismo, estaban impregnados de espíritu antisemita, que perseguían y masacraban a los judíos y fomentaban y hasta organizaban programas contt"a ellos. Los menos aventurados reprochan a Makhno haber sido un antisemita oculto, de haber tolerado, «cerrando los ojos», si no simpatizado, con los actos antisemitas cometidos por «sus bandas».

Podríamos llenar muchísimas páginas con multitud de pruebas irrefutables de la falsedad de tales aserciones; podríamos citar artículos y proclamas de Makhno y del Consejo de los insurgentes revolucionarios contra esta vergüenza de la humanidad que es el antisemitismo; podríamos referir algurios actos de espontánea represión, de Makhno y otros makhnovistas, contra la menor manifestación de espíritu antisemita (de parte de algunos aislados desorientados) en el ejército y en la población. (En estos casos, Makhno no hesitaba en reaccionar en el acto, personal y violentamente, como lo haría cualquier ciudadano ante una injusticia, un crimen o una flagrante violencia).

Una de las razones de la ejecución de Grigorieff por los makhnovistas fue su antisemitismo y el enorme progrom antijudío que organizó en Elisabethgrad, con cerca de 3.000 víctimas. Una de las razones del despido de los ex partidarios de Grigorieff, admitidos en el ejército insurreccional, fue el espíritu antisemita que su anterior jefe les había inculcado.

Podríamos citar una larga serie de hechos análogos y suministrar auténticos documentos concluyentemente probatorios de lo contrario de cuanto ha sido afirmado por los calumniadores y sostenido por gentes sin escrúpulos. Pedro Archinoff cita buen número de ellos, mas no estimamos útil repetirlos aquí ni extendemos demasiado sobre la materia, lo que requeriría mucho espacio. Y, por lo demás, cuanto hemos dicho del movimiento insurreccional basta a demostrar lo absurdo de la acusación. señalemos, con todo, algunas verdades esenciales:

  1. Un papel asaz importante desempeñaron, en el ejército makhnovista, revolucionarios de origen judío.
  2. Algunos miembros de la Comisión de educación y propaganda eran judíos.
  3. Sin contar los numerosos combatientes judíos en las diversas unidades del ejército, había una batería servida únicamente por artilleros judíos y un destacamento de infantería judío.
  4. Las colonias judías de Ucrania contribuyeron con numerosos voluntarios al ejército insurreccional.
  5. De modo general, la población judía, muy numerosa en Ucrania, tomó parte activa y fraternal en toda la actividad del movimiento. Las colonias agrícolas judías, diseminadas en los distritos de Mariupol, Berdiansk, Alexandrovsk, etc... participaban en las asambleas regionales de campesinos, obreros y combatientes, y enviaban sus delegados al Consejo revolucionario militar regional.
  6. Los judíos ricos y reaccionarios hubieron de sufrir, ciertamente, por obra del ejército makhnovista, no por ser judíos, sino únicamente por contrarrevolucionarios, lo mismo que los reaccionarios no judíos.

Lo que me importa reproducir aquí es el testimonio autorizado del eminente escritor e historiador judío Tcherikover, con quien tuve ocasión de hablar del tema hace algunos años, en París. Tcherikover no es revolucionario ni anarquista, sino, simplemente, historiador escrupuloso, concienzudo, objetivo. Desde hace años se había especializado en la investigación de las persecuciones y progroms antijudíos en Rusia, y ha publicado sobre el tema obras fundamentales extraordinariamente documentadas y precisas. Recibía de todas partes del mundo testimonios, documentos, relatos, puntualizaciones, fotografías, etc., ha escuchado centenares de deposiciones, oficiales y privadas, y ha contrastado rigurosamente todos los hechos señalados, antes de utilizarlos.

He aquí, textualmente, lo que me respondió al preguntarle si sabía, con precisión, algo sobre la actitud del ejército makhnovista y Makhno mismo con respecto ala población judía:

-Hube de ocuparme, en efecto -me dijo-, de tal asunto en varias ocasiones. Mi conclusión, con reserva de los testimonios exactos que pueda recibir más adelante, es ésta: un ejército es siempre un ejército, cualquiera él sea. Todo ejército comete, fatalmente, actos censurables y reprensibles, pues es materialmente imposible controlar y vigilar a cada uno de los componentes de esas masas de hombres arrancados ala vida sana y normal, lanzados a una existencia y un ambiente que desatan los malos instintos, autorizan el empleo de la violencia y, muy frecuentemente, penniten la impunidad. Usted lo sabe, ciertamente, tan bien como yo. El ejército makhnovista no constituye una excepción. Ha cometido actos reprensibles en un punto y otro. Pero -cosa importante, que tengo el placer de expresársela con toda certeza-, en conjunto, la actitud del ejército de Makhno no es comparable a la de los demás ejércitos que han operado en Rusia durante los acontecimientos de 1917-1921. Puedo certificarle, de modo absolutamente formal, dos hechos:

  1. Es innegable que, entre todos esos ejércitos, comprendido el ejército rojo, el makhnovista es el que se ha comportado mejor con la población civil en general y con la población judía en particular. Tengo ahí numerosos testimonios irrefutables. La proporción de las quejas justificadas contra el ejército makhnovista, en proporción a las motivadas por los demás ejércitos, es de poca importancia.
  2. No se hable de progroms pretendidamente organizados o favorecidos por Makhno. Es una calumnia o un error. No hay nada de ello. En cuanto al ejército makhnovista como tal, recibí indicaciones y denuncias precisas al respecto. Pero, hasta hoy por lo menos, cada vez que me he puesto a controlar los hechos, he podido comprobar que en la fecha indicada ningún destacamento makhnovista podía encontrarse en el lugar señalado, por encontrarse bien lejos de él todo el ejército. Al tratar de puntualizar la verdad de los hechos he podido establecer, en cada caso, con absoluta certidumbre, que en el lugar y la fecha del progrom ningún destacamento makhnovista operaba ni se encontraba en esos parajes. Los progroms no fueron, pues, obra de makhnovistas.

Este testimonio, absolutamente imparcial y preciso, es de capital importancia. Confinna, entre otros, un hecho ya señalado poi nosotros: la presencia de bandas que, cometiendo toda clase de fechorías y no desdeñando los provechos de un progrom antijudío, simulaban ser makhnovistas. Sólo un examen escrupuloso podía establecer la confusión. Y está fuera de duda que, en ciertos casos, la población misma era inducida a error.

He aquí un hecho importante que el lector no debe perder de vista. El movimiento makhnovista estuvo lejos de ser el único movimiento revolucionario de las masas en Ucranía. Fue, sí, el más importante, el más consciente, el más profundamente popular y revolucionario, pero otros movimientos del mismo tipo -menos vastos, menos nítidos, menos organizados- surgieron constantemente aquí y allá hasta que fue sofocado el último grito libre por los bolcheviques, como, por ejemplo, el movimiento llamado de los verdes, del que la prensa extranjera dio noticia y que se le confunde a menudo con el movimiento makhnovista. Menos conscientes de su verdadero cometido que los insurgentes de Gulai-Pole, los combatientes de estas diversas formaciones armadas incurrían frecuentemente en desviaciones y excesos lamentables, cuya responsabilidad se hacía recaer, muy a menudo, sobre el movimiento makhnovista, que tenía buenas espaldas.

Los bolcheviques reprochaban a los makhnovistas el no haber sabido reducir «esas diversas bandas caóticas», englobarlas en un solo movimiento, organizarlas, etc., reproche que constituye uno de los ejemplos de la hipocresía bolchevique. En realidad, lo que más inquietaba al gobierno bolchevique era, justamente, la posibilidad de la unificación de todas las fuerzas populares revolucionarias de Ucrania bajo la égida del movimiento makhnovista, para impedir la cual los bolcheviques hicieron cuanto pudieron. Con lo que, el reprochar a los makhnovistas no haber logrado tal unificación, es como reprocharle a alguien el no poder marchar después de haberle atado los pies.

Los makhnovistas habrían acabado ciertamente, por reunir bajo su pabellón todos los movimientos populares revolucionarios del país, cosa tanto más segura cuanto que todos ellos prestaban oídos a cuanto ocurría en el campo makhnovista, considerando este movimiento como el más importante y potente. No es realmente achacable a los makhnovistas que no hayan podido alcanzar tal objetivo, cuya realizactón habría podido cambiar el curso de los acontecimientos.

En general, los insurgentes makhnovistas -como asimismo toda la población de la región insurgente y hasta fuera de ella- hacían caso omiso de la nacionalidad de los trabajadores.

Desde el comienzo, el movimiento conocido con el nombre de makhnovstchina abrazó a las masas pobres, de toda nacionalidad, habitantes en la región. La mayor parte consistía, naturalmente, en campesinos de nacionalidad ucraniana. De un seis a un ocho por ciento lo constituían trabajadores originarios de la Gran Rusia. En decreciente proporción seguían griegos, judíos, etc.
 

Campesinos, obreros y guerrilleros -decía una proclama makhnovista de mayo de 1919- bien sabéis que trabajadores de toda nacionalidad: rusos, judíos, polacos, alemanes, armenios, etc., están parejamente sumidos en el abismo de la miseria. Sabéis cuántos honestos y valerosos militantes revolucionarios judíos han dado su vida en las luchas por la libertad. La Revolución y el honor de los trabajadores nos obligan, a todos, a gritar tan alto como podamos que nosotros hacemos la guerra a un enemigo común: el capital y el principio de autoridad, que oprimen igualmente a todos los trabajadores, sean rusos, polacos, judíos o de cualquier otra nacionalidad. Debemos proclamar por doquiera que nuestros enemigos son los explotadores y los opresores de toda nacionalidad: el industrial ruso, el dueño metalúrgico alemán, el banquero judío, el terrateniente polaco... La burguesía de todos los países y de todas las nacionalidades se ha unificado para la lucha encarnizada contra la Revolución, contra las masas laboriosas de todo el universo sin distinción de nacionalidad.
Formado por explotados y fundido en una sola fuerza por la unión fraternal de los trabajadores, el movimiento makhnovista estuvo desde el comienzo impregnado de un profundo sentimiento de fraternidad de los pueblos todos. Ni por un instante se apeló a sentimientos nacionales o patrióticos. Toda la lucha de los makhnovistas contra el bolchevismo fue únicamente sostenida en nombre de los derechos y los intereses del Trabajo. Los prejuicios nacionales no tenían influencia alguna en la makhnovtchina, en la que nadie se interesaba, ni se inquietaba, por la nacionalidad de tal o cual combatiente.

Por lo demás, la verdadera Revolución transforma fundamentalmente a los individuos y las masas. A condición de que sean efectivamente las masas mismas que la realicen, que su libertad de escoger y de obrar permanezca intacta y no se consiga obstruirle el camino, el impulso de las masas en revolución es ilimitado. Y es de verse entonces con qué sencillez, con qué facilidad, este impulso natural supera todos los prejuicios, todas las nociones artificiales, todos los fantasmas, apelmazados sin embargo desde milenios: fantasma nacional, espantajo religioso, quimera autoritaria.

Las debilidades reales de Makhno y del movimiento.

-Los bolcheviques lanzaron también contra Makhno y el movimiento insurreccional otra acusación: que Makhno fue, si no un bandido, por lo menos un aventurero del género de Grigorieff, aunque más inteligente, más listo, más pulido que éste. Afirmaron que Makhno perseguía, en el movimiento, fines personales, encubierto por la etiqueta y la ideología anarquistas; que él hacía «de pequeño principe», burlándose de todos los comités, comisiones y consejos; que ejercía, de hecho, una dictadura personal implacable y que los militantes de ideas que participaban en el movimiento se dejaban engañar, por ingenuidad o por designio; que se rodeaba de toda una camarilla de comandantes que se permitían, a escondidas, innobles actos de violencia, de libertinaje y depravación; que Makhno los encubría y participaba en ellos, ante las barbas de los ideólogos, a quienes en el fondo despreciaba, y de cuyas ideas se burlaba tanto como de ellos, etc.

Se trata de un punto delicado, pues también en esto hubo actos que dieron a estas acusaciones una apariencia de veracidad, que los bolcheviques supieron aprovechar sagazmente. Y al par se apunta a ciertos defectos, defectos y debilidades reales del movimiento y de su guía, defectos y debilidades cuyo más profundo examen es necesario en interés mismo de la causa.

Ya hemos enumerado sumariamente (libro III, parte II, capítulo II) los lados débiles del movimiento, y hemos aludido igualmente a ciertas deficiencias personales de Makhno. Pedro Archinoff le dedica al punto algunas líneas dispersas. Opinamos que tales indicaciones sumarias no bastan. Sobre ciertos puntos es menester insistir.

Al examinar atentamente el movimiento makhnovista hay que distinguir en él tres categorías de defectos:

En primer lugar, los de orden general. No dependían de la voluntad de los participantes ni podían serles imputados. Fueron, sobre todo: la necesidad, casi permanente, de batirse y cambiar de región, sin poder fijarse en parte alguna ni, en consecuencia, consagrarse a un continuado trabajo positivo; la necesaria existencia de un ejército que fatalmente se iba haciendo cada vez más profesional y permanente; la ausencia, en la insurrección, de un movimiento obrero vigoroso y organizado que lo apoyase; la insuficiencia de las fuerzas intelectuales al servicio del movimiento.

En segundo lugar, los de orden individual, no achacables personalmente a los afectados: la falta de instrucción, la insuficiencia de conocimientos teóricos e históricos -y, en consecuencia, de amplia visión de conjunto- en los animadores del movimiento. Agreguemos a ello .la actitud demasiado confiada de los makhnovistas hacia, el Estado comunista y sus procederes.

Y, en último lugar, las deficiencias personales de Makhno y sus amigos inmediatos, éstas sí realmente reprochables, pues podían haberse evitado.

Después de cuanto ha sido ya dicho no sería de gran provecho extendemos sobre las dos primeras categorías. Hay un punto, sin embargo, que merece retener nuestra atención: la prolongada existencia de un ejército.

Todo ejército, cualquiera sea, es un mal. Aun un ejército libre y popular, compuesto de voluntarios y consagrado a una noble causa, es un peligro. Devenido permanente, se aparta fatalmente del pueblo y del trabajo, pierde el gusto y el hábito de una vida sana y .laboriosa; poco a poco, imperceptiblemente -y tanto más peligroso por ello-, se convierte en un conglomerado de desocupados que adquieren inclinaciones antisociales, autoritarias, dictatoriales; le toma gusto a la violencia, a hacer valer la fuerza brutal, y ello en casos en que recurrir a tales medios es contrario al cometido mismo que se alardea defender. Tales defectos se desarrollan sobre todo en los jefes. Pero la masa de combatientes está cada vez más dispuesta a seguirlos, casi inconscientemente, aunque no tengan razón. Así es que, al cabo, todo ejército permanente tiende a convertirse en instrumento de injusticia y de opresión. y acaba por echar a olvido su primitiva función y considerarse como un valor en sí.

Aun en un ambiente excepcionalmente sano y favorable, los animadores y los jefes espirituales de un movimiento han de estar dotados de cualidades individuales -espirituales y morales- muy elevadas, por encima de toda prueba y toda tentación, para que se logre evitar esos males, desvíos, escollos y peligros. Makhno y los demás animadores y organizadores del movimiento y del ejército insurreccional, ¿poseían esás cualidades? ¿Supieron elevarse sobre toda relajación y toda mengua? ¿Supieron ahorrarle al pueblo y al ejército el espectáculo del «fracaso de los jefes»?

Debemos dejar constancia, aunque lo lamentemos, que las cualidades morales de Makhno y de muchos de sus amigos y colaboradores no estuvieron del todo a la altura de su misión.

Durante mi estada en el ejército insurreccional, a menudo oí decir que ciertos comandantes -se mencionaba sobre todo a Kurilenko- eran moralmente más apropiados que Makhno para animar y guiar el movimiento. Y se agregaba frecuentemente que, aun en cuanto a cualidades militares, Kurilenko, por ejemplo, no le cedía un punto y le superaba ciertamente por la amplitud de miras. Cuando yo preguntaba por qué, en ese caso, Makhno permanecía en su puesto, se me respondía que, por ciertos rasgos de su carácter, Makhno era más amado, más estimado por la masa; que se le conocía mejor; que desde tanto tiempo se estaba familiarizado con él, gozando de absoluta confianza, cosa muy importante para el movimiento; que era más sencillo, más compañero, más campesino, más audaz, etc. (Yo no he podido hacerme ninguna opinión personal sobre Kurilenko, pues no le conocí.)

De todos modos, Makhno y varios de sus amigos faltaron a ciertos deberes morales que, en sus puestos, debieron haber satisfecho sin la menor debilidad. Ahí es donde tocamos las debilidades reales del movimiento y los defectos personales de sus animadores, debilidades y defectos cuyas manifestaciones permitieron a las inculpaciones de los bolcheviques una apariencia de veracidad y que fueron muy nocivos al movimiento ya su renombre.

No hay que crearse ilusiones. Insensato sería representarse un movimiento makhnovista exento de todo pecado, expandiéndose únicamente en la luz y el heroísmo, ya sus animadores planeando por encima de toda debilidad, de todo reproche. La makhnovtchina fue realizada y conducida por hombres y, como toda obra humana, tiene sus luces y también sus sombras. Es indispensable inclinarse a ellas, tanto para satisfacer nuestra preocupación de imparcialidad cuanto, sobre todo, para tratar de comprender mejor el conjunto y extraer de ello advertencias y deducciones útiles.

Citemos, ante todo, a Archinoff:
 

La personalidad de Makhno tiene muchos de los rasgos de un hombre superior: espíritu, voluntad, ardimiento, energía, actividad. Esta conjunción de rasgos le dan un aspecto imponente, que lo destacan notablemente aún entre los revolucionarios. Sin embargo, Makhno carecía de conocimientos teóricos, de saber político e histórico. Por ello es que solía ocurrirle no poder hacer las generalizaciones y las deducciones revolucionarias que se imponían o, simplemente, no advertir su necesidad. El vasto movimiento de la insurrección revolucionaria exigía imperiosamente hallar nuevas fórmulas sociales y revolucionarias, adecuadas a su esencia. A causa de su deficiente instrucción teórica, no siempre Makhno respondía a tal necesidad. Y, dada la posición que ocupaba en el centro de la insurrección, esta deficiencia repercutía en el movimiento. Somos de opinión que, si Makhno hubiese poseído conocimientos más extensos en historia y ciencias políticas y sociales, la insurrección revolucionaria habría registrado, en lugar de ciertas derrotas, una serie de victorias que habrían tenido enorme influencia, acaso decisiva, en el desarrollo de la Revolución rusa. 

(cap. XJ).

Es muy justo eso. Pero no es todo.
 
Además -continúa Archinoff-, Makhno adolecía de una disposición de carácter que amenguaba, a veces, sus cualidades dominantes: de tiempo en tiempo, se apoderaba de él cierta despreocupación. Este hombre, pleno de energía y voluntad, demostraba a veces, en momentos de excepcional gravedad y de apremios igualmente excepcionales, una ligereza fuera de lugar y se mostraba desprovisto de la perspicacia profunda requerida por la seria situación.

Así, por ejemplo, los resultados de la victoria sobre la contrarrevolución de Denikin, en el otoño de 1919, no fueron suficientemente aprovechados ni desarrollados para extender el movimiento a las proporciones de una insurrección panucraniana, aunque el momento fuera especialmente favorable. Razón de ello fue, entre otras, una cierta embriaguez de la victoria, como así también una fuerte dosis de sentimiento de seguridad -erróneo- y de despreocupación: los guías de la insurrección, Makhno a la cabeza, se establecieron en la región liberada, sin tener lo bastante en cuenta el peligro blanco persistente, ni el bolchevismo, que venía del Norte. 

(lbídem).

Enteramente exacto. Pero no es todo aún.

Tenemos el deber de completar a Archinoff en cuanto a esa despreocupación a que ha aludido apenas. Porque, por una parte, ella era las más de las veces consecuencia de otra debilidad, y, por otra parte, estas debilidades morales acosaban a Makhno hasta llevarlo, frecuentemente, a verdadera mengua, de la que se resentía innegablemente el movimiento.

Lo paradójico del carácter de Makhno fue que, al lado de una superior fuerza de voluntad y de carácter, este hombre no sabía resistir a ciertas debilidades y tentaciones que lo arrastraban, y con él a varios amigos y colaboradores. (A menudo eran éstos quienes lo arrastraban, y él no sabía oponerse resueltamente.)

Su mayor defecto fue, ciertamente, el del abuso del alcohol, al que se habituó poco a poco, lo que llegaba a ser en ciertos períodos lamentable. El estado de embriaguez se manifestaba en él sobre todo en el aspecto moral. Físicamente, se mantenía firme pero se ponía maligno, sobreexcitado, intratable, violento. ¡Cuántas veces, durante mi estancia en el ejército, lo planté desesperado, no habiendo podido sacar nada de razonable de este hombre por su estado anormal, y esto en asuntos de gravedad! y en algunas épocas ello llegó a ser casi casi un estado normal.

El segundo defecto de Makhno, y de algunos de sus íntimos -comandantes o no-, fue en lo sexual. Sobre todo en estado de ebriedad, estos hombres se permitían actos inadmisibles -odiosos, sería la palabra-, llegando a realizar orgías en que ciertas mujeres eran obligadas a participar. Ni que decir que tales actos libertinos causaban desmoralizador efecto en quienes se enteraban de ellos. Y el buen renombre del comando se resentía. Esta inconducta moral entrañaba fatalmente otros excesos y abusos. Bajo la influencia del alcohol, Makhno devenía irresponsable de sus actos, cuyo control perdía. Y entonces era el capricho personal, apoyado a veces en la violencia, que sustituía bruscamente al deber revolucionario: lo arbitrario, los despropósitos absurdos, las extrañas ocurrencias, los remedos dictatoriales de un jefe armado, sustituyendo extrañamente a la calma, la reflexión, la clarividencia, la dignidad personal, el dominio de sí, el respeto al prójimo y a la causa, cualidades que no habrían debido abandonar jamás a un hombre como Makhno.

El resultado inevitable de estos desvíos y aberraciones fue un exceso de sentimiento guerrero, que condujo a la formación de una especie de camarilla militar en torno de Makhno, que a menudo tomaba decisiones y realizaba actos sin tener en cuenta la opinión del Consejo o de otras instituciones. Perdida la noción de las cosas, ella se permitía despreciar cuanto le fuera ajeno, y así se apartaba más y más de la masa de los combatientes y de la población laboriosa.

Citaré un episodio, entre varios de que fui testigo, en apoyo de lo dicho. Una noche, en que el Consejo trataba sobre la inconducta de ciertos comandantes, se presentó Makhno, en estado de ebriedad, sobreexcitado en extremo. Extrajo su revólver, lo apuntó hacia los presentes, moviéndolo de un lado a otro, mientras los injuriaba groseramente. Y salió en seguida, sin querer oír nada. Aunque la queja fuera infundada, su modo de proceder merecía mucho más que una queja.

Podría agregar otros episodios del mismo género. Cuidémonos, sin embargo, de exagerar las sombras, después de haber evitado poner muy en alto las luces.

Según Archinoff, «la personalidad de Makhno se engrandecía y desarrollaba a medida que crecía la Revolución. Cada año se hacía más profundo y consciente de su cometido. En 1921 había ganado muchísimo en profundidad, comparativamente a 1918-19». Luego, los actos de inconducta de Makhno y de algunos de sus amigos eran, con todo, actos aislados y esporádicos, más o menos compensados por un conjunto de hazañas altamente meritorias. No hay que ver en ellos una linea de conducta; no fueron sino desvíos.

Lo que importa, justamente, es que no se trataba de la actitud calculada, permanente, rígida, de un gobierno que, apoyado regularmente en una fuerza coercitiva, se impusiera siempre y a toda la comunidad. En el ambiente general de libertad y en razón de esta base -un vasto movimiento popular consciente-, el mal no podía ser sino una llaga localizada, cuya supuración no podía emponzoñar el entero organismo. Y, en efecto, una seria resistencia se evidenció contra las desviaciones de Makhno y la camarilla, tanto en el grupo de los comandantes como en la masa de los insurgentes. En varias ocasiones se afrontó a Makhno y se le hizo comprender derechamente la gravedad de su inconducta. Hay que decir en su honor que, generalmente, él convenía en ello y se esforzaba en perfeccionarse. «No hay que olvidar -dice Archinoff con razón- las condiciones desfavorables en que vivió Makhno desde la infancia, los defectos del medio en que se desenvolvieron sus primeros años: la casi completa falta de instrucción de quienes le rodeaban y luego la carencia completa de ayuda esclarecedora y de experiencia en su lucha
social y revolucionaria.»

El punto más importante lo constituyó la atmósfera general del movimiento. Al fin y al cabo, no eran Makhno ni los comandantes quienes contaban: era la masa. Ella conservaba toda su independencia, toda su libertad de opinión y de acción. Puédese estar seguro que, en este ambiente general de un pueblo libre, la actividad de la masa habría acabado con los'desvíos de los jefes. ¡Cuántas veces, en mi estancia en Ucrania, pude observar, frente a la reprobable actitud de ciertos jefes, la sencilla y sana reacción de las masas, tanto más cuanto que ellas eran libres! ¡Y cuántas veces reflexioné: «No es el jefe, ni el comandante, ni el revolucionario profesional, ni la élite, que cuentan en una verdadera revolución; es la masa revolucionaria! En ella se alberga la Verdad... y la Salvación. El papel de animador, del jefe, del verdadero revolucionario, de la élite, es el de ayudar a la masa y mantenerse ala alturá de la tarea.»

¡Que los revolucionarios reflexionen!

No hay lugar, pues, para hinchar las debilidades del movimiento makhnovista hasta las proporciones que asumieron bajo la pluma de los bolcheviques. A sabiendas, éstos exageraron y desfiguraron las fallas de algunos con la mira de desacreditar al entero movimiento. y. por lo demás, los jefes bolcheviques no tenían sino que mirarse a sí mismos. Pero, innegablemente, ciertas de esas fallas e insuficiencias debilitaron momentáneamente el movimiento. ¿Quién sabe cuál habría sido el giro de los acontecimientos -a pesar de todos los obstáculos y dificultades-, si este movimiento hubiese sido guiado desde el principio de modo más clarividente, más consecuente, más vasto. en una palabra: de modo más digno de su gran misión?
 

Los esfuerzos de los makhnovistas en su lucha contra Denikin fueron enormes. El heroismo desplegado en los últimos meses suscitó la admiración de todos. En toda la imponente extensión de las regiones liberadas fueron los únicos que hicieron resonar el rodar del trueno revolucionario y prepararon la fosa para la contrarrevolución denikista. y fue así que las masas del pueblo, tanto en las ciudades como en el campo, supieron de los acontecimientos.

Pero esta misma circunstancia contribuyó a mantener en muchos makhnovistas la firme certidumbre de estar ya garantizados contra toda provocación de parte de los bolcheviques; que el ejército rojo, que en esos momentos bajaba del Norte, comprendería cuán infundadas eran las calumnias del partido comunista contra los makhnovistas; que no daría oídos a una nueva superchería, a una nueva provocación, y haría, por lo contrario, causa común con ellos, al encontrarse. El optimismo de ciertos makhnovistas llegaba hasta a creer inconcebible que el partido comunista osase organizar un nuevo atentado contra el pueblo libre, por haber sido admitidas las tendencias makhnovistas por las vastas masas del país.

La actividad militar y revolucionaria de los makhnovistas corrían parejas con este estado de espíritu. Se limitaron a ocupar una parte de la región del Dnieper y del Donetz y no intentaron avanzar hacia el Norte y consolidarse en él. Pensaban que cuando se operara el encuentro de ambos ejércitos, .la táctica que convendría adoptar se precisaría por sí misma. Este optimismo no correspondía a la situación tal como se iba perfilando en Ucrania. Y es por ello que los resultados no fueron los esperados.
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El aniquilamiento de la contrarrevolución de Denikin constituyó, por cierto, en el otoño de 1919, una de las tareas principales de la makhnovtchina y de toda la Revolución rusa. Los makhnovistas la cumplieron cabalmente. Mas ella no constituyó toda la misión que le correspondió a los makhnovistas, en cuanto obra revolucionaria, en este trágico período. En revolución el país. liberado de las tropas de Denikin, exigía imperiosamente una organización de defensa inmediata sobre toda su extensión. Sin ella, el país y todas las posibilidades revolucionarias que se abrían ante él tras de la liquidación de los deníkistas, arriesgaban diariamente ser aplastados por los ejércitos estatistas de los bolcheviques, que se habían lanzado hacia Ucrania en pos de las tropas de Deníkin en retirada.
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Jamás, en ningún caso, el bolchevismo habría admitido la existencia libre de un movimiento popular de abajo, de las masas mismas, como el de la makhnovtchina. Cualquiera fuera la opinión de las masas obreras y campesinas, el bolchevismo no habría vacilado, al primer contacto con el movimiento, no sólo en pasar por encima, sino también en intentarlo todo a fin de agarrotarlo y aniquilarlo. Por ello es que los makhnovistas, colocados en el corazón de los acontecimientos y de los movimientos populares en Ucrania, hubieran debido comenzar por tomar oportunamente todas las medidas necesarias para asegurarse contra tal eventualidad.

Innegable es que una de las tareas históricas impuestas por los acontecimientos ala makhnovtchina, en el afto de 1919, fue la creación de un ejército revolucionario de suficiente potencia para permitir al pueblo revolucionario la defensa de su libertad, no sólo en una región limitada, sino en todo el territorio de la insurrección ucraníana.

En el momento de la lucha encarnizada contra Deníkin, seguramente ello no habría sido fácil tarea, pero ella era históricamente necesaria y perfectamente realizable, hallándose la mayor parte de Ucrania en insurrección e inclinada hacia la makhnovtchina. Destacamentos de insurgentes venían a incorporarse a los makhnovistas, llegando no sólo del Sur de Ucranía, sino también del Norte (como, por ejemplo, las tropas de Blbik, que ocupaban Poltava). Ciertos destacamentos del ejército rojo llegaban de la Rusia central, ansiosos de combatir por la Revolución social bajo las banderas de la makhnovitchina. (Entre otras, las tropas muy numerosas mandadas por Ogarkoff, vinieron de la gobernación de Orel para unirse a los makhnovistas, llegando a Ekaterinoslav afines de octubre, tras de sostener rudas batallas en el trayecto contra tropas bolcheviques y contra las de Denikin.)

El estandarte de la makhnovtchina era espontáneamente levantado y tremolaba sobre la entera Ucrania. No había sino que tomar las medidas necesarias para organizar el todo, para fundir las numerosas fuerzas armadas -que se movían en toda la extensión de Ucrania- en un único y potente ejército popular revolucionario que habría montado guardia en torno al territorio de la Revolución. Semejante fuerza, defensora del entero territorio, y no sólo de una estrecha región, habría servido de argumento más persuasivo contra los bolcheviques, acostumbrados a operar y contar con la fuerza.

Sin embargo, la embriaguez de la victoria obtenida y cierta dosis de despreocupación impidieron a los makhnovistas crear, en tiempo oportuno, una fuerza tal. y por ello se vieron, al entrar el ejército bolchevique en Ucrania, en la necesidad de replegarse a la limitada región de Gulai-Pole. Fue un grave error de guerra, que los bolcheviques no tardaron en aprovechar y cuyas consecuencias recayeron pesadamente sobre los makhnovistas y sobre toda la Revolución en Ucrania

(P. Archinoff, ob. cit., cap. VIII).

Sin que ello implique total acuerdo con el autor sobre todos los puntos, debemos convenir con él que, en razón de ciertas graves deficiencias, no fueron encarados problemas de capital importancia ni cumplidas tareas imperiosas.

A punto de cerrar este último capitulo -que considero el más importante y más sugerente-, quiero dirigir algunas palabras a quienes, por sus disposiciones, su situación u otras razones, encaran desde el presente la tarea de .concurrir a la organización de un movimiento popular en su periodo inicial, y animarlo y ayudarlo.

¡Que ellos no se limiten a una simple lectura de esta epopeya de las masas ucranianas! Que reflexionen profundamente sobre ella. Sobre todo respecto a las debilidades y los errores de esta Revolución popular: no dejarán de recoger provechosas enseñanzas.

La tarea será ardua. Entre otros problemas a resolver desde el presente, entre otras dificultades a superar y eliminar previamente en lo posible, tendrán que encarar, eventualmente, el modo de reconciliar la necesidad de defender la verdadera Revolución mediante una fuerza armada con la necesidad de evitar los males que una fuerza armada engendra.

Sí, que reflexionen bien y que se esfuercen por establecer al efecto, desde ya, ciertos principios fundamentales de su acción futura.

El tiempo apremia. Sus conclusiones podrán serles útiles más pronto de lo que ellos piensan.

 

Notas

1 Su camarada y amigo Dvigomiroff, que volvió con él de América y actuaba como propagandista entre los campesinos de la región de Tchernigov, fue traidoramente apresado y fusilado hacia la misma época.
2 Llegó a Rusia al mismo tiempo que Alejandro Berkman y Emma Goldman, viejos anarquistas muy conocidos, a quienes hemos mencionado en el capítulo sobre Cronstadt.


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