El anarchismo y nuestros tiempos

Nestor Makhno


El anarquismo no es una doctrina que trata meramente sobre la vida social del Hombre, en el sentido estrecho con que el término se enviste en los diccionarios políticos, y a veces, en las conferencias, por parte de nuestros oradores propagandistas. Es, además, una enseñanza que involucra a toda la existencia del Hombre como un individuo completo.

En el curso de la elaboración de su imagen cabal del mundo, el anarquismo se ha puesto una tarea muy específica: abarcar al mundo en su totalidad, barriendo toda clase de obstáculos, presentes y por venir, que puedan ser puestos por la ciencia y la tecnología capitalista y burguesa. Esto, con el fin de suplir al Hombre con la explicación más exhaustiva posible de la existencia en este mundo y de hacer lo mejor posible frente a todos los problemas que deba confrontar: esta aproximación, debe ayudarle a internalizar una conciencia del anarquismo que le es naturalmente inherente -esto, al menos, es lo que supongo- al punto en que es continuamente enfrentado a manifestaciones parciales de él.

Es sobre la base de la voluntad del individuo, que la enseñanza libertaria puede ser encarnada en la vida real y limpiar el sendero que ayude al Hombre a deshacerse de todo espíritu de sumisión de su seno.

Cuando se desarrolla, el anarquismo no conoce de ataduras. No reconoce barreras a las cuales deba confinarse y ajustarse. Tal cual la existencia humana, no tiene fórmulas definitivas para sus aspiraciones y objetivos.

Tal como yo lo veo, el derecho de cada Hombre a disfrutar de su total libertad, como lo definen los postulados teóricos del anarquismo, puede sólo ser, para él, un medio mediante el cual lograr un florecimiento más o menos completo, mientras se continúa en desarrollo. Habiendo desaparecido del Hombre tal espíritu de sumisión que ha sido artificialmente instalado en él, el anarquismo se transforma entonces en la idea fuerza de la sociedad humana en marcha hacia el cumplimiento de todas sus metas.

En nuestros tiempos, el anarquismo aún es mirado como teóricamente débil: más aún, hay quienes argumentan que es interpretado frecuentemente de forma errónea. Sin embargo, sus exponentes tiene mucho que decir al respecto: muchos van constantemente vociferando sobre él, militando activamente y, a veces, quejándose de su falta de éxito (Imagino, en este último caso, que esta actitud es propiciada por el fracaso para divisar, a través de la investigación, el ingenio social vital para el anarquismo si se quiere ganar asidero en la sociedad contemporánea)...

Dondequiera que se encuentre vida humana, el anarquismo asume existencia concreta. Por otra parte, éste se vuelve accesible a los individuos sólo donde éste goza de propagandistas y militantes, que han honesta y enteramente cortado sus conexiones con la mentalidad de esclavitud de nuestra época, algo que, por lo demás, atrae una salvaje persecusión sobre sus cabezas. Tales militantes, aspiran a servir a sus creencias con desinterés, sin temor a develar aspectos insospechados en el curso de su desarrollo, siendo lo mejor digerirlos apenas aparezcan, si es necesario, y de esta manera, trabajan por el éxito de el espíritu anarquista por sobre el espíritu de sumisión. Dos tesis se desprenden de lo anterior:

En el curso de su lucha revolucionaria, el anarquismo no solamente derriba gobiernos y desacredita sus leyes, sino que también establece la sociedad que genera sus valores, sus "normas" y su "moralidad", que es lo que le hace crecientemente comprensible y accesible a la porción oprimida de la humanidad.

Todo lo cual nos inclina a la firme creencia que el anarquismo no puede seguir amurallado en los estrechos parámetros de un pensamiento marginal, al cual suscriban sólo unos pocos grupos pequeños, operando aisladamente. Su influencia natural sobre la mentalidad de los grupos humanos en lucha es algo aparente. Si se quiere que esta influencia sea asimilada de manera conciente, debe, entonces, equiparse de nuevas aproximaciones y comenzar aquí y ahora a enriquecerse con los aportes de las prácticas sociales.

Delo Truda, No.4, Septiembre de 1925, pp.7-8.

 

Traducido por Jose Antonio Gutierrez Danton.


Source: Translator

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