Memorias - primer Volumen
La Revolución rusa en Ucrania 1918-1921
Néstor Makhno
Al momento de publicar este primer volumen de la Revolución Rusa en Ucrania considero útiles algunas palabras introductorias.
En primer lugar, deseo advertir al lector sobre la ausencia de documentos importantes que deberían figurar en esta obra: resoluciones y proclamas de la Unión de Campesinos de Gulai-Polé, del Soviet de Diputados campesinos y obreros y de su inspirador directo, el grupo campesino anarquista-comunista de Gulai-Polé.
Este grupo se dedicó, con una admirable constancia, a reunir bajo su estandarte a los campesinos y obreros de esta región. Siempre a la vanguardia, nuestro grupo los condujo, explicándoles el sentido y el alcance de los acontecimientos que tenían lugar, exponiéndoles los objetivos de los trabajadores en general y los de los anarquistas-comunistas, más cercanos de la mentalidad campesina, en particular.
Lamento, también, no poseer las fotografías del grupo anarquista-comunista campesino de Gulai-Polé, que me hubiera gustado ver ocupar, acompañado de breves notas biográficas, el primer sitio entre los documentos relativos a la Revolución Rusa en Ucrania, al movimiento makhnovista nacido de esta Revolución, a los principios que lo guiaron, a los actos, en fin, que de ella resultaron.
Hubiera deseado insertar en estas páginas los retratos de estos revolucionarios desconocidos, surgidos de lo más profundo del pueblo Ucraniano, y que bajo mi impulso y guía, lograron crear entre los trabajadores ucranianos ese movimiento revolucionario, amplio y poderoso, a la cabeza del cual flotaban las banderas negras makhnovistas.
Por desgracia yo no he podido conseguir hasta ahora esos documentos, los cuales publicaré, en cuanto tenga la posibilidad, con el fin de someterlos a los trabajadores del mundo entero, a fin de que ellos los juzguen.
Mi relato es completamente conforme a la verdad histórica, sea que trate de la Revolución Rusa en general, o de nuestro papel en particular. Solo intentarán ponerlo en cuestión aquellos "historiadores" que, no habiendo tomado parte alguna efectiva en los acontecimientos revolucionarios que se narran en estas memorias, y que a pesar de haberse puesto al margen de la Revolución, trataron, por la palabra y por la pluma, de hacerse pasar frente a los revolucionarios extranjeros por gentes que conocen a fondo y en todos sus detalles la Gran Revolución Rusa.
Nosotros sabremos siempre refutar esas críticas, porque carecen de fundamento, pues esos "expertos" no saben de qué hablan, ni contra quién gritan...
Mi única pena es que estas memorias no vean la luz en Ucrania y no aparezcan ni en ruso ni en ucraniano. La culpa es de las circunstancias y yo no puedo hacer nada.
El autor
Posdata: me complace expresar mi sincero y profundo agradecimiento al camarada francés E.W. cuya ayuda fraternal inestimable me ha permitido extraer de mis notas y publicar las páginas que siguen.
N.M.
Dedico este libro a la memoria de mis amigos, los camaradas: Pierre Gavrilenko, Alexandre Kalachnikoff, Moïse Kalinitchenko, Simon Kartnik, Philippe Krate, Isidore (Pierre) Liouty, Alexis Martchenko, Sawa Makhno, André Semenota, Gabriel Troïan, Stéphane Chepel, Boris Veretelnik, H. Gorélik, Luc Pantcheuko, Abram Schneider y otros, que lucharon conmigo para organizar a los trabajadores revolucionarios ucranianos y realizar nuestro ideal común: una sociedad anarquista-comunista libre.
Todos encontraron la muerte en circunstancias diversas, pero en la búsqueda de un único objetivo: la realización de la idea de libertad, de igualdad y de trabajo independiente.
El autor
La Revolución de febrero de 1917 abrió por completo las puertas de las prisiones políticas rusas.
Los obreros y los campesinos que se arrojaron armados a las calles, unos en blusa azul, otros envueltos en la capa gris de soldado, contribuyeron en gran parte a ese resultado. Desde el inicio, los trabajadores revolucionarios tuvieron que hacer frente a los socialistas-estatistas, que habían ya, en acuerdo con la burguesía liberal, formado un gobierno "revolucionario" provisional e intentaban mantener el movimiento revolucionario en la vía que este gobierno había trazado.
Los trabajadores exigieron entonces la amnistía inmediata, que es la primera conquista de toda Revolución. Y el socialista-revolucionario A. Kerensky, ministro de Justicia, se inclinó frente a su voluntad.
En pocos días, todos los detenidos políticos fueron liberados y reiniciaron, entre las masas de las ciudades y de los campos, la propaganda activa que antes habían realizado clandestinamente en la atmósfera intolerable del régimen zarista.
Al mismo tiempo que a otros detenidos políticos –que el gobierno del Zar, los propietarios y los terratenientes habían encerrado en los húmedos calabozos, esperando privar así a la masa de los trabajadores de su elemento más avanzado y matar, a través de ello, todo intento de denunciar la iniquidad del régimen- la libertad me fue devuelta a mí también.
Condenado a cadena perpetua, encadenado, a menudo enfermo, ocho años y medio de reclusión no habían, sin embargo, quebrantado para nada mi fe a la causa anarquista. Siempre convencido de la victoria futura del trabajo libre, de la igualdad y de la solidaridad sobre la esclavitud creada por el Estado y el Capital, salí de la prisión central de Moscú el 2 de marzo de 1917 y me puse a trabajar de nuevo dos días más tarde, en Moscú, dentro del grupo anarquista de Lefortovo. Por supuesto yo no había olvidado nuestro grupo anarquista-comunista de Gulai-Polé, creado diez o doce años antes, y que, al decir de mis camaradas, continuaba su actividad, a pesar de la pérdida de numerosos militantes de vanguardia.
Yo estaba muy preocupado por lo deficiente de mi educación teórica y por mi desconocimiento de las soluciones positivas que me hubiesen permitido resolver los problemas sociales y políticos desde el punto de vista anarquista. Cierto, yo sabía que ese era el caso nueve veces sobre diez, en nuestro medio nos hacían muchísima falta las escuelas que hubieran sido capaces de proveer este género de formación. No por ello dejaba de sentir profundamente esta laguna y no cesaba de sufrirla.
Solo la esperanza de que este estado de cosas no duraría me consolaba y me volvía a llenar de valor; en efecto, yo estaba firmemente persuadido de que el trabajo abierto, en el seno del intenso movimiento revolucionario, demostraría con gran fuerza a los anarquistas la necesidad de crear una organización poderosa, capaz de llevar al combate a todas las fuerzas anarquistas y de crear un movimiento de conjunto coherente y consciente del objetivo a alcanzar. Tal era el futuro que me hacían entrever los progresos inmensos de la Revolución Rusa. En mi pensamiento, la acción anarquista en esos periodos estaba indisolublemente ligada a la acción de la masa de los trabajadores, a aquellos que eran los más íntimamente interesados en el triunfo de la verdad y de la libertad, en la victoria de un nuevo régimen social y en la nueva organización de la sociedad humana.
Entreveía el desarrollo poderoso de nuestro movimiento y su influencia sobre el resultado final de la Revolución. Y esta idea me era particularmente querida.
Fortalecido por esta convicción, me trasladé a Gulai-Polé, apenas tres semanas después de mi liberación; regresé al sitio donde había nacido, donde había vivido, donde había dejado tantos seres queridos, tantas cosas amadas, y donde sabía bien que podría obrar útilmente enmedio de la gran familia campesina, en el seno de la cual se había formado nuestro grupo. Aunque había perdido dos tercios de sus miembros en el cadalso, en las praderas heladas de Siberia o en el exilio, no por eso el grupo tenía menos vitalidad.
Su núcleo original había desaparecido casi por completo, pero sus ideas habían penetrado profundamente entre los campesinos, mucho más allá de los límites de Gulai-Polé.
Una gran fuerza de voluntad y un conocimiento profundo de lo que los anarquistas quieren alcanzar, son necesarios para decidir lo que es posible obtener en una Revolución, aún si ésta es solo política.
Fue de aquí, de Gulai-Polé, que salió, del seno de la masa de los trabajadores, esa fuerza revolucionaria formidable sobre la que, siguiendo a Bakunin, a Kropotkin y otros, debe apoyarse el anarquismo revolucionario; es ella la que indicará el medio para terminar con el viejo régimen de servidumbre y crear uno nuevo en el que la esclavitud no exista y la autoridad no tenga cabida. La libertad, la igualdad y la solidaridad serán entonces los principios que guíen a los hombres y a las sociedades humanas en su vida y en su lucha por más felicidad y prosperidad.
Esta idea no me había abandonado durante toda mi estancia en el presidio y con ella volví a Gulai-Polé.
Source: www.kehuelga.org
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